domingo, 21 de abril de 2013

Suite semanal

Como fin de la decimosexta semana de 2013, en este domingo 21, escucharemos la suite para laúd BWV 1006a de Johann Sebastian Bach. Se trata de una transcripción para laúd de la Partita para violín nº 3, BWV 1006. Dejo la suite interpretada a cargo de Luca Pianca.


No puedo quedarme sin dejaros el preludio de la Partita nº 3 interpretado por Jascha Heifetz, todo un virtuoso tocando una pieza realmente virtuosística.


Además, siempre me recordará al capítulo de la serie Sherlock Holmes de Granada Television, "La liga de los pelirrojos", en la que antes de resolver el caso, Sherlock, gran amante e intérprete del violín, junto con Watson, asiste a un concierto que daba Pablo de Sarasate en Londres. En el capítulo de la serie, el violinista interpretaba una obra que me encantó, y ya que en aquellos momentos no conocía la obra, tuve que pausar el vídeo en el preciso instante en el que enseñaban el programa de mano que llevaba Holmes en sus manos, y que conseguí ver que era la Partita nº 3 de Bach. La escena está acompañada por una grandiosa frase de Watson, que siempre me emociona.


Lo que dice Watson, en el capítulo "La liga de los pelirrojos", de Las aventuras de Sherlock Holmes:

"Toda la tarde estuvo sentado en su butaca sumido en la más perfecta felicidad, moviendo suavemente sus largos y finos dedos al compás de la música, mientras su cara sonriente y sus ojos lánguidos y soñadores eran muy distintos a los del Holmes detective, el Holmes agente contra el crimen, implacable, perspicaz y agudo, tan hábil como es posible concebir. En su carácter singular, la naturaleza dual se afirmaba por sí misma alternativamente, y su precisión y astucia extremas representaban, como he pensado con frecuencia, la reacción contra un estado de ánimo poético y contemplativo que ocasionalmente predominaba en él. La oscilación de su naturaleza le llevaba de la languidez extrema a la energía devoradora; y, como yo bien sabía, no era nunca tan verdaderamente formidable como cuando había holgazaneado en su butaca día y días, entregado a sus improvisaciones y sus libros de letra gótica. Entonces era cuando el anhelo vehemente de la persecución le acometía de golpe y cuando su brillante poder de razonamiento se elevaba al nivel de la intuición, hasta un punto tal que los que ignoraban sus métodos le miraran con el rabillo del ojo lo mismo que mirarían a un hombre cuyos conocimientos no fueran los de los demás mortales. Cuando le vi aquella tarde tan envuelto en la música en la sala de St. James, sentí que podrían estar cerniéndose malos tiempos sobre aquellos a quienes él había resuelto perseguir con determinación".

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